Que pocas almas se amparan en Mi. Todas quieren resolver «sus» cosas, necesidades con sus fuerzas, influencias y mentiras. Así eso es un continuo dolor, una continua pérdida de su ser, de su energía, de su «vida». ¿Para qué si no estoy? ¿Por qué si no os he creado y para qué si no Vivo en vosotros? Habladme y Me veréis. Es un acto de confianza y Yo ahí no Me niego. Regocijaos y reconocedme. Soy Yo. En ese Amor eterno vivo, enseño y doy para la reconciliación de las almas, todas en Mi y en ese encuentro aplaudo la bienvenida de los hijos del Ser Perfecto a la alegría de nuestro encuentro. No lo dudéis. Soy Yo, es así. No sirváis a la mentira. Cuanto dolor en el alma del que lo hace. Pasa por este mundo en una continua lucha consigo mismo, con los demás, con todo. Es su lucha en esta existencia, es el miedo a no ser (ser se entiende me dan, me quitan, me dicen) ¿Qué escucho? ¿Dónde estoy?(donde estoy de lugar) ¿A quién miro y por qué no me miro? igual a pérdida. Hablan, no para hacerse entender sino, para hacerse imponer: imponer criterios, necesidades, angustias internas, locura (pérdida de si mismo) y encuentros fallidos. ¿Para qué si no estoy Yo aquí?. Alegraos y amadme. Eso conforta Mi Corazón y se llena de Misericordia para dar. Cuantas almas y cuanto fervor si vosotras rezáis desde ahí, (desde el alegraos y amadme).
La una sin la otra y las dos sin ninguna. El proyecto es no la una sin la otra.
El Señor quiere las vivencias de cada uno (no quedarse pasmado). Recordad lo que os digo: en el alma solo hay unió y ese es nuestro dulce y último anhelo.
Estáis llamadas a la oración y no al despilfarro del tiempo. Estáis llamadas al encuentro profundo y directo del ser en la fusión con el Espíritu. Yo os Amo y deseo este dulce y secreto encuentro. No me defraudéis. Vuestro gozo es el Mío.