( Al entrar en la capilla del convento nos arrodillamos ante el Sagrario y El Señor nos dice): Os he traído Yo para invocar al Dios Padre en el Espíritu Santo, la Glorificación de Su Santo Nombre en vosotras, hijas Mías muy queridas. Os acompaño como un Rey, un Dios Divino, para acercaros a la bondad Divina, al Santo de los Santos, al Glorificador, al Rey Supremo, al que da, al que perdona, al que somete. Sometidas como vosotras, en el aleluya, en el canto constante de la Presencia Divina. ¿ Quién puede daros? ¿ Quién puede quitaros sino un Dios, porque todo lo esperáis de Mi y de Mi sosiego?. Sometidas en el abandono, en la alegría de vivir. Confiadas y liberadas de toda atadura. ¿Comprendéis Mi sometimiento?. Alegraos de verme, de saberos elegidas y liberadas, enfundadas en un continuo y verdadero Amor, porque Ese Soy Yo. El que os cubre, El que os somete y os sostiene.